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La desactivación de las Referencias Absolutas: juicio de ida y vuelta

Fragmento del libro "Inteligencia Subyacente: el individuo y sus vínculos"

Primero de todo, creo que puede ser interesante definir qué entendemos por juicio. Según aquí se expone, juicio sería un argumento calificativo acerca del comportamiento de una persona, que lo define en base a la distancia entre lo que se manifiesta y lo que se debería estar manifestando en base a una referencia absoluta. Por tanto, para que exista un juicio, tengo que tener sostenidas referencias absolutas acerca de lo que debería ser una cosa.

Una referencia absoluta es algo que se constituye como mandato, sin tener en cuenta la relatividad de los elementos en juego en el individuo. Es el individuo el que ha de ajustarse al mandato. Esta lógica no tiene en cuenta la diversidad de diseños existentes en la Tierra, con diversidad de mecanismos diferentes de respuesta. Es una lógica que construye un modelo el cual hay que cumplir. La imposición de este modelo viene a través del premio y del castigo.

Esta sería una lógica que está construida como un diseño para los vínculos entre individuos. Es una lógica que actúa tanto en el nivel de auto-examen, como en el nivel de examinar a los otros, porque está construida para buscar la diferencia entre lo manifestado y lo que debería manifestarse.

Este examinador, calcula la distancia entre lo que ve y lo que debería ser según sean los parámetros absolutos con los que se maneje. Cada persona tendrá diferentes parámetros a este respecto, por lo que estará siendo informada por su propio sistema de referencias. Estos ideales o referencias, son mandatos absolutas que buscamos acatar para obtener el premio de “sentirnos bien”, y huir del castigo de “sentirnos mal”. Es por esto que, si queremos detectar las referencias que nos operan, como desarrollamos en el capítulo anterior, escanear aquel “sentirnos mal” nos va a llevar hacia ellas para su desactivación.

Los sistemas de referencias serán muy diversos y construidos bajo muy distintos parámetros. Cuanto más extricto sea el nivel de exigencia con el que está construido ese sistema de referencias, o menos margen de error permita de lejanía con el ideal, tendremos sistemas más restrictos, como por ejemplo, los fundamentalismos.

El juicio, entonces, desde el punto de vista que estamos utilizando en este libro, es un mecanismo a utilizar. Nosotros le damos una función nueva: sería como un semáforo o indicador de dónde tengo referencias absolutas acerca de lo que debería ser, tanto de mí mismo, como del otro. La cuestión es que, desde una perspectiva impersonal, el foco de la finalidad va a girar. Mientras que desde la perspectiva personal bajo estos parámetros, es ajustar la diferencia entre lo que se manifiesta y lo que debería manifestarse, y por tanto, va a tratar de modificar a lo que se manifiesta, para que se ajuste al referente, al modelo; desde una perspectiva impersonal, desde esta inteligencia subyacente, el interés es desactivar el modelo, poner en duda los referentes absolutos para desmantelar el sistema de referencias que está sustentando el cumplimiento de un único modelo para todos. 

Si el juicio tiene una función, podemos descartar aquella tarea titánica de la espiritualidad que, paradójicamente, en un juicio de valor, nos insta a “no juzgar”, y que si juzgamos no estamos siendo el referente iluminado. El encuentro del juicio nos lleva directos a la desactivación de la referencia de la que surge, y nos hace percibir desde un lugar en el que no está el filtro de los parámetros del sistema de referencias que creó ese juicio. Ahí es donde decimos que existe una observación que no juzga. El nivel del intérprete o intermediario, siempre trata de “cambiar” lo que percibe como un error. El nivel de conciencia subyacente, impersonal, percibe la función de aquello que el otro busca eliminar, o excluir. La percepción de la función nos está dando una salida del abroche al argumento que viene con el juicio.

Por supuesto, este mecanismo tiene dos direcciones, es de ida y vuelta. Cuanto más abrocho el argumento hacia el afuera, más abrocho el argumento hacia el adentro. El otro debería ser así, y es asá; yo debería ser así, y soy asá. El primer movimiento causa un rechazo, un odio, un desprecio...etc. y el deseo de cambiar al otro para que se acomode a mi ideal; el segundo movimiento causa un auto-desprecio, un odio contra uno mismo... etc, y el constante e inagotable deseo de cambiarme a mí mismo para alcanzar mi ideal. Es el mismo movimiento hacia dos direcciones. 

No hay una dirección sin la otra, porque para el inconsciente no hay diferencia entre el otro y yo. En el brazo que el juicio se establece hacia el afuera, es posible que pueda ver que tengo parametrizado que “no debería estar juzgando”, de modo que el referente genera una culpa o incomodidad cada vez que lo hago. Este encuentro desde la inteligencia subyacente, que nos ofrece una perspectiva lógica de los sistemas de referencias, y nos permite desactivar las referencias absolutas, nos va dando una salida perceptiva de este paradójico entuerto del juicio que se autoenreda ad infinitum. Aquí estamos dando una punta de ovillo para no liarnos en el 8 acostado en el que nos introduce, estableciendo una finalidad necesaria para que su encuentro sea de utilidad en el movimiento de la conciencia espiral.

Entendemos, entonces, que no se trata de cambiar el jucio, ni de taparlo, o buscar eliminarlo, sino de obtener la secuencia lógica de cómo es que se genera. Para tener esta secuencia, necesito de su presencia y de su función “indicador”, de la química que me genera la distancia entre el referente absoluto y la manifestación, y de la inclusión de la máxima incomodidad en ese proceso, vamos obteniendo secuencia lógica.

Curiosamente, la palabra juicio suma 69, si le restamos el circuito lógico del que estamos hablando, que nos da la secuencia, 25, tenemos 44. Es decir, podemos ver al diseño que estaba instalado con sus referentes absolutos y sus parámetros a cumplir.



Sin embargo, si la referencia es Nada, la distancia entre la manifestación y la referencia, me estará hablando del margen de error necesario para la existencia. Un márgen que me dará una secuencia lógica de cómo es que se genera algo, en lugar de un margen al que “eliminar” o castigar.
Establecer en la No existencia a la referencia primaria, nos ofrece la posibilidad de acceso a una lógica que nos permite ver a los Referentes de los sistemas del pasado, como combustibles. Nos permite descubrir estas referencias para desactivarlas.

No es, entonces, un relativismo anárquico, sino que la referencia en la Nada da como resultado una lógica que puede establecer sistemas de referencias que sí tienen en cuenta las diferencias del individuo, porque es una lógica que incluye poder comprender la diversidad de mecanismos, de modo que no va a establecerse como un mandato o modelo a cumplir.

Desde esta referencia, al percibir el márgen de error, y no estar pegado al impulso de cambiarlo, eliminarlo o perfeccionarlo, lo que se produce es una percepción del mismo que me amplía mi propia percepción, un movimiento que desarticula al perfeccionador. La Nada introduce la mirada de la distancia a través del amor. Como dice Alejandra Casado, "lo que desde la linealidad es margen de error, desde la no linealidad es margen de amor".

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