La incertidumbre nos activa el pensamiento. La mente busca tener todos los asuntos cerrados. Cuando tiene un asunto abierto, entonces se activa el pensamiento tratando de buscar una solución, para cerrarlo. El sufrimiento es parte de este juego. Cuando el pensamiento se activa buscando una solución y no la encuentra, entonces aparece el sufrimiento; o bien cuando la solución que encuentra no se adecúa a las expectativas que mi mente tenía acerca de lo que debería ser.
Si voy más despacio, mucho más despacio en la observación de mi mente ante una preocupación abierta, entonces encontraré una sensación incómoda que produce la incertidumbre.
Esa sensación incómoda es la base de todo este enredo. La mente trata de huir de ella, y en ese movimiento de huida nace el pensamiento que busca cerrar temas y que provoca sufrimiento. Si en lugar de poner mi atención en el contenido del pensamiento, en la búsqueda de soluciones, pongo toda mi atención en la sensación incómoda que me provoca la incertidumbre de no saber cómo solucionar algo, entonces, esa observación empieza a detectar el verdadero error y la estructura lógica de ese conflicto.
Observar esa incomodidad es abrir la puerta a la aceptación de la incertidumbre, que me va llevando a descubrir que es la huída de esa sensación lo que provoca la activación del pensamiento; su aceptación a través de la observación produce que el pensamiento se pare por sí mismo.
Lo más curioso es que la aceptación de la incertidumbre es seguridad para la mente, una seguridad que no procede de lo externo, sino de la comprensión inmediata de que la búsqueda mental de soluciones, movilizada por esa sensación de miedo que provoca la incertidumbre, es la que genera las proyecciones externas de necesidad y conflicto. Por tanto, cuando mi observación va frenando ese motor energético, la proyección de lo externo va modificándose de forma automática, por sí misma.
Si voy más despacio, mucho más despacio en la observación de mi mente ante una preocupación abierta, entonces encontraré una sensación incómoda que produce la incertidumbre.
Esa sensación incómoda es la base de todo este enredo. La mente trata de huir de ella, y en ese movimiento de huida nace el pensamiento que busca cerrar temas y que provoca sufrimiento. Si en lugar de poner mi atención en el contenido del pensamiento, en la búsqueda de soluciones, pongo toda mi atención en la sensación incómoda que me provoca la incertidumbre de no saber cómo solucionar algo, entonces, esa observación empieza a detectar el verdadero error y la estructura lógica de ese conflicto.
Observar esa incomodidad es abrir la puerta a la aceptación de la incertidumbre, que me va llevando a descubrir que es la huída de esa sensación lo que provoca la activación del pensamiento; su aceptación a través de la observación produce que el pensamiento se pare por sí mismo.
Lo más curioso es que la aceptación de la incertidumbre es seguridad para la mente, una seguridad que no procede de lo externo, sino de la comprensión inmediata de que la búsqueda mental de soluciones, movilizada por esa sensación de miedo que provoca la incertidumbre, es la que genera las proyecciones externas de necesidad y conflicto. Por tanto, cuando mi observación va frenando ese motor energético, la proyección de lo externo va modificándose de forma automática, por sí misma.
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