Fui la única de mi familia en obtener un título universitario. Todos estaban muy orgullosos de lo que había alcanzado; sin embargo, en la universidad conocí a muchas personas que, igualmente, ahora también tenían su título y no me producían el más mínimo interés. Por otra parte, en aquella época tenía también muchos amigos que no iban a la universidad, y entre los cuáles me encontraba enormemente cómoda y, de ellos, sentía que aprendía grandes cosas acerca de la vida, me enriquecían.
Cuando contaba esto en casa me decían: “sí, sí, todo lo que tú quieras, pero es muy importante tener un título”, porque muchas personas que no han ido a la universidad, no entienden que no se trata de ser más o menos sabio el hacer una “carrera” (fíjense qué palabra), sino, muchas veces, de tener la insistencia y la obediencia al sistema necesarias para superar la cantidad de pruebas inservibles que te llevan “hasta el título”.
Ahora conozco a un montón de personas que saben más de la verdadera economía que yo, y de los cuáles aprendo cuál es la importancia del fluir real de la economía. Muchos lo tienen claro desde siempre, y otros lo están aplicando ahora; pero todos ellos son grandes maestros del asunto.
Los tiempos están cambiando a unas velocidades tales, que ahora tener cientos de títulos, Masters del universo y demás, puede hacerte tener una pared muy nutrida en el salón y muchos días libres sin trabajo...
No quiero decir con esto que tener un título no sirva para nada; sino que los tiempos están cambiando muchísimo, y que si valoramos a las personas por los títulos que tienen, el mundo que veremos será reflejo de aquella creencia, como lo hemos hecho hasta ahora. Pero si empezamos a ver a las personas por sus verdaderas facultades, por sus talentos, por su sensatez natural, y valorar lo que verdaderamente importa, el mundo podrá moverse por un derrotero más coherente.
El título de psiquiatra no le da a nadie la certeza de que te van a devolver la cordura, y quizás una conversación en el campo con un pastor, pueda sanarte.
Muchas personas se preguntan cómo elegir a quién necesito para algo concreto: muy sencillo, cuando nos movemos por la vibración del corazón acertamos; sin embargo, si lo que nos mueve a elegir es el número de títulos de la pared, podemos equivocarnos enormemente con quién estamos tratando.
El Nuevo Paradigma está repleto de personas que se están abriendo a un nuevo entendimiento, sin títulos, que te pueden ofrecer un enorme aporte.
Cuando empiezas a valorar a las personas por lo que son, entonces se abre el campo para que veas a cada uno que se te acerca como tu Maestro. ¿Es universitario, no lo es, tiene título de terapias alternativas, título de sacerdote, de psicólogo, de arquitecto...etc? El título es solo la herramienta; pero lo que la persona implica, su vibración, su corazón, su alma, su espíritu, su belleza, su armonía, su ira, su humor, su queja...etc... esos son los verdaderos Maestros de la vida que, al mostrarse ante ti, te están prestando un espejo en el que observarte.
Sanar la "titulitis" no implica acabar con los títulos, sino simplemente dejar de verlos como una obsesión, como algo que divide a las personas en mejores y peores, y simplemente verlos como aquello que certifica que has realizado una formación.
* "Titulitis": enfermedad social que consiste en obsesionarse por tener muchos títulos académicos.
Cuando contaba esto en casa me decían: “sí, sí, todo lo que tú quieras, pero es muy importante tener un título”, porque muchas personas que no han ido a la universidad, no entienden que no se trata de ser más o menos sabio el hacer una “carrera” (fíjense qué palabra), sino, muchas veces, de tener la insistencia y la obediencia al sistema necesarias para superar la cantidad de pruebas inservibles que te llevan “hasta el título”.
Ahora conozco a un montón de personas que saben más de la verdadera economía que yo, y de los cuáles aprendo cuál es la importancia del fluir real de la economía. Muchos lo tienen claro desde siempre, y otros lo están aplicando ahora; pero todos ellos son grandes maestros del asunto.
Los tiempos están cambiando a unas velocidades tales, que ahora tener cientos de títulos, Masters del universo y demás, puede hacerte tener una pared muy nutrida en el salón y muchos días libres sin trabajo...
No quiero decir con esto que tener un título no sirva para nada; sino que los tiempos están cambiando muchísimo, y que si valoramos a las personas por los títulos que tienen, el mundo que veremos será reflejo de aquella creencia, como lo hemos hecho hasta ahora. Pero si empezamos a ver a las personas por sus verdaderas facultades, por sus talentos, por su sensatez natural, y valorar lo que verdaderamente importa, el mundo podrá moverse por un derrotero más coherente.
El título de psiquiatra no le da a nadie la certeza de que te van a devolver la cordura, y quizás una conversación en el campo con un pastor, pueda sanarte.
Muchas personas se preguntan cómo elegir a quién necesito para algo concreto: muy sencillo, cuando nos movemos por la vibración del corazón acertamos; sin embargo, si lo que nos mueve a elegir es el número de títulos de la pared, podemos equivocarnos enormemente con quién estamos tratando.
El Nuevo Paradigma está repleto de personas que se están abriendo a un nuevo entendimiento, sin títulos, que te pueden ofrecer un enorme aporte.
Cuando empiezas a valorar a las personas por lo que son, entonces se abre el campo para que veas a cada uno que se te acerca como tu Maestro. ¿Es universitario, no lo es, tiene título de terapias alternativas, título de sacerdote, de psicólogo, de arquitecto...etc? El título es solo la herramienta; pero lo que la persona implica, su vibración, su corazón, su alma, su espíritu, su belleza, su armonía, su ira, su humor, su queja...etc... esos son los verdaderos Maestros de la vida que, al mostrarse ante ti, te están prestando un espejo en el que observarte.
Sanar la "titulitis" no implica acabar con los títulos, sino simplemente dejar de verlos como una obsesión, como algo que divide a las personas en mejores y peores, y simplemente verlos como aquello que certifica que has realizado una formación.
* "Titulitis": enfermedad social que consiste en obsesionarse por tener muchos títulos académicos.
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