Hablar de Espíritu Económico no tiene división con el resto de campos de la vida, sino que la misma naturaleza del fluir económico se puede aplicar a todo ámbito. Por ejemplo, el Espíritu Económico fluye cuando elegimos el tiempo que deseamos y sentimos pasar con alguien, también cuando elegimos a las personas con las que sentimos que queremos estar; al mismo tiempo es hablar lo necesario, sin utilizar palabrería de más, ni hablar de menos por temor; es también economizar las emociones, dejándolas ser libres y fluir en su camino, atendiéndolas y prestándoles atención con total sinceridad; es no pretender ser quienes no somos, con una imagen idealizada de quienes querríamos ser o del modo en el que queremos ser vistos; es también dar lo mejor de uno mismo, sin sufrimientos ni sacrificios; son las notas justas y precisas que componen la sinfonía que transmite la belleza; es la pincelada precisa, la sonrisa sincera, el agradecimiento que sale del corazón; es mirar a quien tenemos cerca y poderle decir con seguridad: “eres la persona con la que quiero estar en este mismo momento y en este mismo lugar”. El exceso y el defecto de todas estas cosas, nos muestran, a través del sufrimiento y el dolor que nos producen, que no las estamos economizando a la medida de lo que somos y lo que sentimos, sino a la medida de una imagen que creemos que tenemos que ser.
Es sencillo comprobar en nuestra propia vida, cómo cuando uno comienza a fluir haciendo aquello que su corazón le invita a hacer, comienza a fluir económicamente de forma distinta. Cada pequeño detalle, cada pequeño o sencillo acto de relación con los demás, con el mundo, con los actos de la vida cotidiana... etc. transforma nuestra relación con el dinero. Cada miedo que dejamos de lado, cada preocupación que ignoramos, cada atención que prestamos a lo que late auténticamente en nuestro corazón, son diques que se van del flujo económico interno.
Es sencillo comprobar en nuestra propia vida, cómo cuando uno comienza a fluir haciendo aquello que su corazón le invita a hacer, comienza a fluir económicamente de forma distinta. Cada pequeño detalle, cada pequeño o sencillo acto de relación con los demás, con el mundo, con los actos de la vida cotidiana... etc. transforma nuestra relación con el dinero. Cada miedo que dejamos de lado, cada preocupación que ignoramos, cada atención que prestamos a lo que late auténticamente en nuestro corazón, son diques que se van del flujo económico interno.
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