Austeridad no es vivir como un asceta, ni recortar gastos sin sentido, ni "apretarse el cinturón", sino comprar lo que uno necesita, aprender a diferenciar entre las “necesidades creadas” por el marketing y las “necesidades vitales” del cuerpo y del alma; es ir enfocando nuestra atención hacia los propósitos más elevados que tenemos; dar nuestra energía a lo que verdaderamente es importante, e ir restando protagonismo a todas aquellas cosas en las que desperdiciamos tiempo y atenciones.
Austeridad es también hablar lo necesario, pasar el tiempo justo con las personas adecuadas, prestar toda nuestra atención a cada uno de nuestros actos.
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